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Entrevista David Burgos
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David Burgos (psicólogo): "La mayoría juega por diversión, pero algunos cruzan una línea sin advertirlo"

1 ago., 2025

Entrevista a David Burgos, psicólogo especializado en adicción al juego

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Carlos de Jurado
Analista de casas de apuestas

David Burgos lleva más de tres décadas atendiendo a personas con problemas de juego. Como psicólogo clínico en la Asociación Burgalesa de Rehabilitación del Juego Patológico (ABAJ), ha trabajado con cientos de familias y jugadores que han perdido el control de su conducta.

Su experiencia le permite hablar sin rodeos, pero con claridad y voluntad pedagógica. Aunque reconoce que el juego es legal y forma parte del ocio de muchas personas, advierte que en ciertos perfiles puede derivar en una adicción silenciosa y difícil de detectar.

“No se trata de demonizar el juego, sino de entender cómo, cuándo y por qué puede convertirse en un problema”, nos explica off the record antes del comienzo de la entrevista.

Pregunta. Desde tu experiencia como psicólogo especializado en adicciones al juego, ¿qué diferencias sustanciales has observado en el perfil del jugador en las últimas dos décadas?

Respuesta. Antes tratábamos sobre todo a jugadores de tragaperras o de loterías tradicionales, generalmente adultos de mediana edad. Hoy, el perfil es mucho más joven. Vemos chicos de 18 o incluso menores que han empezado apostando online con amigos o a través de cuentas de terceros. Muchos llegan a tratamiento con una conducta consolidada desde hace meses, a pesar de su corta edad. También se ha perdido esa progresión lenta que existía antes. Ahora el deterioro puede ser mucho más rápido.

P. ¿Cómo se inicia habitualmente un jugador joven en las apuestas? ¿Cuál es el proceso típico que observáis?

R. Suele comenzar en grupo, como una actividad social: ir a un salón, apostar un par de euros, pasar el rato. A veces, incluso se les ofrece bebida o comida gratis. Pero si uno del grupo gana, quiere repetir la experiencia. Y en poco tiempo, el que antes iba con amigos empieza a acudir solo. El paso de la diversión compartida al juego individual suele ser una señal de alarma. De ahí, se puede pasar fácilmente al juego en solitario, a mayor frecuencia y con apuestas más altas.

"El paso de la diversión compartida al juego individual suele ser una señal de alarma".

P. ¿Qué papel ha jugado Internet y el juego online en esta evolución?

R. El juego online ha multiplicado la accesibilidad y la intensidad del juego. Permite apostar desde casa, a cualquier hora, sin que nadie lo note. Es más cómodo, más inmediato y más difícil de supervisar desde fuera. En muchos casos, el jugador online pasa más horas conectado, juega cantidades más elevadas y tarda más en ser detectado por su entorno.

P. ¿Qué características tiene un jugador online frente al jugador presencial?

R. El jugador presencial —de salón o local físico— suele estar más expuesto socialmente. Tiene rutinas, horarios, incluso algún tipo de contacto humano. El jugador online está solo. No necesita moverse, ni siquiera cambiarse de ropa. Y el anonimato hace que pueda ocultar el problema mucho más tiempo. Además, tiene mayor acceso al crédito, a apuestas simultáneas y a estímulos constantes que refuerzan el comportamiento. La mayoría juega por diversión, pero algunos cruzan una línea sin advertirlo.

P. En muchas de tus intervenciones dices que “el jugador no gana, juega para perder”. Pero hay quien sostiene que con una buena gestión, el juego puede tomarse como una inversión. ¿Qué opinas?

R. Esa es la idea con la que muchos empiezan. Pero una cosa es analizar un evento y otra muy distinta es controlar emocionalmente una racha de pérdidas. Hay personas con autocontrol, sí. Y un porcentaje muy pequeño de jugadores que podrían llamarse “profesionales”. Pero la gran mayoría juega por motivos emocionales: para escapar, por ansiedad, por necesidad de estímulo. Y ahí es donde aparece el riesgo. Lo que empieza siendo controlado puede desbordarse sin que el jugador lo perciba.

“No todos los que juegan desarrollan una adicción, pero hay perfiles más vulnerables que otros".

P. ¿Qué otros factores influyen en la vulnerabilidad de una persona ante el juego?

R. La impulsividad, la baja tolerancia a la frustración, el manejo emocional o incluso el contexto familiar influyen mucho. No todas las personas que juegan desarrollan una adicción, pero sí hay perfiles más propensos: jóvenes con inmadurez emocional, adultos con problemas personales, personas que atraviesan un mal momento vital. También influye el género: las mujeres suelen iniciarse más tarde y por motivos distintos, como el aislamiento o la evasión emocional.

P. ¿Qué señales de alerta pueden detectar las familias o los docentes en una persona joven que empieza a tener problemas con el juego?

R. Cambios en el estado de ánimo, bajada de notas, insomnio, irritabilidad, aislamiento, mentiras frecuentes o pérdida de interés por actividades habituales. A veces dejan de practicar deporte, de salir con amigos o de relacionarse con la familia. Se encierran, se vuelven más conflictivos o simplemente desconectan del mundo real. Estos cambios no siempre son evidentes al principio, por eso la información y la observación constante son tan importantes.

P. ¿Qué responsabilidad tienen las familias en la detección y prevención del juego problemático?

R. No se trata de culpar a nadie, pero es evidente que la familia es el primer filtro. Hay padres que no se dan cuenta porque prefieren pensar que no pasa nada. Otros no saben a dónde acudir. Y algunos, cuando lo descubren, ya se sienten superados. Lo ideal es actuar pronto, no esperar a que el problema esté consolidado. También es importante que busquen ayuda: existen asociaciones especializadas que pueden orientar y acompañar durante todo el proceso.

P. ¿Qué papel debería tener la Administración en la prevención de la ludopatía y la protección de los colectivos más vulnerables? Desde el sector se insiste en que ya existe una regulación muy estricta. ¿Hay margen para hacer más?

R. El juego es legal, y eso no se discute. Pero si es legal, también debe ser seguro. La Administración debería apostar más por la educación, la formación de profesionales y el apoyo a entidades que trabajan directamente con los afectados. Las leyes están bien, pero necesitan ir acompañadas de medidas concretas sobre el terreno. Si no hay programas de prevención en colegios o campañas públicas, el mensaje no llega.

“El juego legal debe ser también seguro. La educación y la intervención temprana son fundamentales".

P. ¿Qué opinas del concepto de “juego responsable”? ¿Tiene sentido como medida preventiva?

R. Como idea general puede ser útil, pero hay que matizar. A una persona que ya tiene un problema no le sirve el “juegue con responsabilidad”. Igual que no le sirve a un alcohólico que le digan “beba con moderación”. Para los usuarios ocasionales, el mensaje puede funcionar como recordatorio. Pero cuando el juego se convierte en una necesidad emocional, ese concepto pierde eficacia.

P. Muchas personas apuestan cantidades pequeñas para hacer más entretenido un partido. ¿Eso también puede derivar en un problema?

R. No necesariamente. Hay quienes juegan de forma ocasional, con cantidades asumibles, y nunca desarrollan una conducta problemática. Pero hay que entender que el juego activa circuitos de recompensa en el cerebro. Y si se repite, puede reforzar una conducta que en algunos casos se descontrola. Por eso es clave el autoconocimiento: saber si uno lo hace por diversión o por necesidad. Y estar alerta a los cambios.

P. ¿Cómo es el tratamiento que ofrecéis en ABAJ y qué resultados observáis cuando hay compromiso por parte del jugador y su entorno?

R. El tratamiento en nuestra asociación dura entre año y medio y dos años. Se basa en terapias grupales, familiares y talleres intensivos. Si el jugador se implica, los resultados son muy buenos: más del 90% supera la adicción sin recaídas graves. Pero esto no se logra en solitario. El entorno tiene un papel fundamental, sobre todo en los casos más jóvenes. El proceso requiere compromiso, constancia y tiempo.

“Más del 90 % de quienes completan el tratamiento con apoyo familiar logran rehabilitarse con éxito".

P. ¿Qué mejoras propondrías en el sistema público de salud para abordar la ludopatía?

R. En general, los profesionales sanitarios no tienen formación específica sobre adicción al juego. Muchas veces se confunde con ansiedad, depresión o trastornos de conducta. Habría que formar a médicos de atención primaria, psicólogos escolares y trabajadores sociales para que puedan identificar los casos y derivarlos correctamente. También sería útil crear unidades específicas en los centros de salud o reforzar la colaboración con asociaciones especializadas.

P. ¿Qué opinas del papel de la publicidad en la relación entre los jóvenes y el juego?

R. La publicidad tiene un poder real. Está diseñada para atraer, generar expectativas y vincular el juego con experiencias positivas. Aunque esté limitada en horarios o canales, sigue apareciendo en redes, eventos deportivos o entornos digitales. No se trata de prohibir todo, pero sí de ser más conscientes del impacto que tiene en personas vulnerables. La regulación debe ir acompañada de información y transparencia.